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La pedrada

Cajón desastre confeccionado con cartas y reflexiones de nuestr@s sufrid@s lectir@s. Las opiniones vertidas en este espacio son única responsabilidad del/la autor/a



TAMARA ORIAMENDI

Al fin llegó la cosecha y se pueden recoger ya, en cualquier sucursal de gilipollez de las que ahora florecen por cualquier lado, los frutos de tanto amor sembrado en tanto corazón de buena voluntad... jajajajaja... ¡es cierto! Madelene Allbrigth (o como hostias se diga), la Secretaria de Estado del Gobierno yankee (o lo que hostias sea), se marca un baile en favor de los refugiados, y el caso es que la letra me suena a mí... "No puedes controlar tu destino a tiempo... y ahora que estás debajo de tierra no puedes disfrutar de este momento..." Mientras tanto, centenares de niños irakies engordan a diario la eterna coreografía. Caen como moscas por la democracia, pero como esta asesina asquerosa no ha movido un dedo contra el bloqueo, el grifo sigue goteando candidatos sin parar... y estos no tienen recuento siquiera; y encima son casi tan reales como el baile de la americana, o al menos, eso dicen sus madres, que también son irakies.

Aquí en casa, las distintas cadenas de televisión emitieron sus distintos telemaratones con sus distintos índices de audiencia y sus distintos beneficios de publicidad, y todo para que el año que viene nada sea distinto. Estoy más que harta del Domund y la muerte a la que éste alimenta, pero está claro que sin muertos de hambre a ver como descargan su diarrea de misericordia todos los príncipes y princesas del mundo, ya sean futbolistas, cantantes o simplemente subnormales de cualquier dinastía corrompida. Unos y otros, leprosos y reyes, nos llegan de igual modo empaquetados, con su plástico transparente, para el consumo inmediato y eterno.

Tanto unos como otros nos son tan ajenos que la adicción que por ellos tenemos nos ha convertido en idiotas sin remedio... y por eso, a las diez, damos dinero para las negritas y, a las once y media, nos apalancamos frente a la teuve para que las peripecias de la familia real nos sobrecojan el corazón. Y que sin unas no puedan existir las otras nos importa una mierda, porque para nosotros, la realidad, hace ya mucho tiempo que dejó de tener valor. Justo desde el día en que decidimos hacernos yonkis de esta criminal irrealidad consumible que llena el escaparate en forma de pantalla ante el que sacrificamos nuestra condición de seres humanos.