Presentación de 'Desobediencia Global'

Los orígenes de la iniciativa Desobediencia Global, publicación del colectivo Universidad Nómada, que agrupa a unas 15 personas provenientes del área de la autonomía madrileña, podrían rastrearse hasta nuestra experiencia vital y política en la contestación a la cumbre del G-8 en Génova. En Génova, pudimos ver en marcha, por un lado, al "movimiento de movimientos", reinventando formas de democracia radical (pleonasmo), de cooperación entre gente muy diferente, de deliberación y decisión, de conflicto y consenso, de producción simbólica y guerrilla de la comunicación, etc. Y, por otro, la militarización de las ciudades y las fronteras, la suspensión de garantías y derechos, la policía ascendida a soberana absoluta con poder ilimitado para matar y torturar, etc. Después del 11 de septiembre, a nadie se le escapa que la solución que ha encontrado el capitalismo neoliberal a los enormes problemas de ingobernabilidad que atraviesan el planeta, ha sido decretar la Guerra Global Permanente, esto es, la extensión de un "modelo Génova" agravado, con diferentes registros y modulaciones, a todos los rincones del mundo. Para nosotros, sin embargo, la "solución" de las gravísimas cuestiones ecológicas y antropológicas situadas en el corazón mismo del proceso de globalización capitalista, son precisamente los movimientos que pretenden construir (y de hecho ya construyen) una "globalización desde abajo", su capacidad para afrontar las cuestiones de la vida en común de raíz y emplear su inteligencia colectiva para crear respuestas sobre la base de la autonomía individual y colectiva, su tendencia a la construcción de una ciudadanía global que no haga referencia al marco letal de los Estado-Nación, etc.

Los movimientos globales dieron, en la secuencia que va desde Seattle hasta Génova, varios pasos muy importantes en este sentido, entre los cuales se podría contar haber hecho trizas mediante su sola presencia el predominio en la opinión pública de esa legitimación del capitalismo de exterminio que se llamó "pensamiento único". Pero los atentados del 11 de septiembre abren una escena política divida en dos polos de la que hay que zafarse empleando todo nuestro talento para la metamorfosis organizativa: el fantasma ubicuo de una red global de integrismo terrorista y el estado de excepción planetario desencadenado por las élites imperiales en nombre de la "seguridad". Se trata, pues, de evitar una doble tentativa de disciplinamiento del movimiento global: la militarización de nuestras cabezas y cuerpos que los Rajoy y compañía quieren inducir desde el exterior forzándonos a concebir cada momento de protesta como una prueba de fuerza en el contexto metafórico de una "guerra civil" (la experiencia de Santiago de Compostela, durante la reunión de ministros de defensa de la UE, así lo demuestra). Y los intentos de disciplinar el movimiento desde el interior, cristalizando los procesos instituyentes en programas y organizaciones únicas, que promueven los grupos animados en mayor medida por la voluntad de hegemonía, apegados por lo general al antiamericanismo, el soberanismo y las formas de hacer política más tradicionales. Las dos tentativas, en caso de triunfar, borrarían los rasgos más interesantes del movimiento: la contaminación y el contagio entre sus diversas componentes, las dinámicas de experimentación, la búsqueda consensuada del conflicto, una pluralidad no atomizada, las reivindicaciones más audaces, etc. Desobediencia Globalnace en ese contexto histórico con la intención de servir de herramienta que propicie todo lo posible la clarificación colectiva de los desafíos inmediatos a los que se enfrenta el movimiento global para combatir unas formas políticas mundiales que amenazan la autonomía y la misma supervivencia de los seres humanos y las bases de la vida.


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