Canción para el bautismo de Jonás

Jonás había recibido de Dios la orden de luchar contra el mal en Nínive. "La Gran Metrópoli" estaba habitada por ciegos soberbios que no conocían la palabra miedo y, por lo tanto, solamente vivían impulsados por el miedo a la muerte. Se creían semejantes a Dios y, sin embargo, la estructura de sus órganos estaba constituida por un aterrador miedo inconsciente.
Jonás le dio esquinazo al que es viajando a Tarsis para asegurarse la vida. Decidió montarse allí una torre de marfil e instalarse lejos del que es, por que Jonás quería paz y el que es no dejaba de mostrarle la mierda que permanecía estancada en derredor suyo y que no dejaba de ser golpeada por las purulentas vidas salpicantes de los súbditos de la gran vaca multicolor.
Embarcó Jonás hacia la seguridad y la paz de las tierras donde el que es no está. Durante la travesía, mientras todos se afanaban trajinando en el barco en medio de una gran tempestad, Jonás dormía plácidamente su desobediencia, pero el mundo está lleno de hombres sensatos, y todos los hombres sensatos y coherentes adoran a algún Dios que no soporta a los indolentes. Así pues decidieron despertarle.

HUIR DEL MALESTAR Y DE LOS OTROS

Cuando abrió los ojos los hombres le preguntaron. ¿Quién eres?, ¿Dónde está tu casa?. Aún no había conseguido distinguir los rostros desencajados de sus interrogadores cuando Jonás ya se había percatado de que el que es seguía allí, persiguiéndole. Pidió agua, enjuagó su boca y después dijo: "yo soy el que va hacia donde no está el que es". Los hombres se asustaron, retrocedían lentamente caminando de espaldas y fijos sus ojos en el reciendespertado, hasta que uno de ellos -su Capitán- gritó. "¿Por eso dormías plácidamente en medio de la tormenta?". Jonás no contestó y su silencio pareció detener las olas embravecidas que por unos instantes se sostuvieron en el aire antes de caer golpeando la cubierta del barco.

EL DESPERTAR A LA PESADILLA

El Capitán ordenó: "arrojad a ese dormilón al mar". Así quería calmar la ira de Dios, es decir quería saber, al tiempo que hacía saber quién era él y daba a todos razón de ser los que eran.

AFIRMACIÓN DEL ORDEN

Jonás fue arrojado al mar y tragado por el monstruo de la vorágine oceánica. Jonás "arrojado ahí", a lo más profundo, al seno del Océano. Jonás arrastrado hasta el fondo donde había de tragarlo la gran ballena.

"Las aguas me han encerrado hasta el alma,
me rodea el abismo
y los juncos han enredado mi cabeza"
"He descendido hasta las raíces de las montañas"
"Los cerrojos de la tierra
me encerraron para siempre"
"Para sacar mi vida de la fosa
el que es ha de ser mío
y yo he de ser el que es"
"El que es, es mío
y yo soy Jonás que he nacido vivo".

DESCENSO A LOS INFIERNOS DEL MALESTAR Y AFIRMACIÓN TRAMPOSA DEL SER DE JONÁS

Así, engañándose, engañó a Dios, y con este ardid consiguió ser el vómito de la ballena y quedar libre para continuar con su mentira para intentar mandar obedeciendo.

AUTOENGAÑO DE LA RESURRECCIÓN

El que es siguió persiguiendo a Jonás y ahora le volvió a ordenar que para luchar contra el mal en Nínive habría de dirigirse a la gran metrópoli y profetizar su destrucción. Jonás aceptó con la única condición de que la ciudad fuera verdaderamente destruida, pues era su deseo vivir en una ciudad nueva que fuera construida y habitada por hombres nuevos. Obedeciendo al que es conseguiría una ciudad donde el que es no tendría sitio. Ese era el objetivo de su ardid, la gran jugarreta que le tenía preparada al hacedor de los que quieren ser. Jonás, obedeciéndole, se empeñó en esta magnífica batalla contra Dios. Se afanó predicando el Apocalipsis a sangre y fuego de los adoradores del orden establecido, la responsabilidad sin amor y la santa coherencia de aquellos que por cientos de miles no saben dónde tienen su mano izquierda ni pueden distinguirla de su mano derecha: aquellos que aún así se paseaban imitando la grandeza del Señor del bien y del mal sin consciencia de su terrible miedo a la vida.

JONAS PREPARA LA SUBVERSIÓN TOTAL DEL ORDEN TODO

Esta vez fue Dios quien engañó a Jonás. El que es no destruyó la metrópoli porque el miedo que la prédica de Jonás infundió en sus habitantes había acrecentado en mucho el poder del que vive de los miedos. El que es vive de los miedos, pero también el miedo de ser es un miedo y Jonás cometió el error de no verlo en sí (en esta ocasión él tampoco supo distinguir su mano derecha de la izquierda). Fue así como Jonás se había convertido en "el que es el destructor de los miedos de no ser". Obedeciendo para mandar sólo había conseguido obedecer sin miedo.

DERROTA DE JONÁS

El que es estaba satisfecho de ver cómo Jonás había dejado en su sitio a los arrepentidos que cargaban ahora con la culpa de su identidad, satisfecho de ver cómo habían cambiado su arrogancia autosatisfecha de ser como él, cada uno el que era, por el miedo de no ser, convencidos como estaban de que no eran iguales al que es; siendo así cada uno idéntico a los demás en su miedo.

TRIUNFO DE DIOS

Jonás se tiraba de los cabellos diciendo: "mejor para mí la muerte que la vida". Cuando el que es quiso hablar con Jonás solo escuchó el esputo de la saliva que, saliendo de la boca del burlador burlado con su propia burla, voló para estrellarse en la nariz de Dios. Jonás ya estaba enojado hasta la muerte, y mientras vivía su muerte no dejaba, rabioso, de escupir al que es "ahora y hasta el día de mi muerte te escupo, pérfido dador de identidades miedosas, protector de los cobardes, vampiro del querer vivir". "Ahora y hasta la muerte, pues ni en la muerte esperamos alivio los que te declaramos la guerra eterna de nuestros días sin tiempo". "Esta guerra que te declaro es mi único alivio y en ella no hay tiempo para el miedo a la muerte".

VERDADERO RENACIMIENTO. LA RABIA DE JONÁS PARA ALENTAR LA VIDA

Así pues, en nombre del profeta, sé bienvenido Jonás a ésta la logia difusa de los innumerables innombrables, que aún arañan la piel de la vida a pesar de dioses y hombres.

JONÁS CON LOS OTROS SOLITARIOS

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