Turquía y la cuestión kurda

 

Turquía, con una población de unos 52 millones de habitantes que se distribuyen sobre una superficie unos 781.000 km cuadrados, es un país mediterráneo que, por la propia composición de sus habitantes siempre ha quedado a medio camino entre Occidente y Oriente. Sin embargo, desde las reformas de Ataturk al principio de este siglo, la organización estatal viene orientándose hacia modelos occidentales, sobre todo en lo que se refiere a la centralización del poder y al organigrama de las fuerzas armadas. Todo ello, contrasta con el modo de vida de las masas populares, que sigue caracterizándose (y los últimos años cada vez más) por una fuerte influencia del islam.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, Turquía se convirtió en un pilar central de la OTAN debido a su ubicación estratégica frente a la Unión Soviética (Mar Negro y una extensa línea fronteriza con este país). Con la creciente importancia del petróleo y el aumento de los conflictos políticos en el Oriente Próximo iba aumentando igualmente su función como punto estratégico para posibles intervenciones militares en estas regiones. De modo que los organismos occidentales siempre tenían un interés especial en que la situación política y social de Turquía fuese lo más estable posible. Sin embargo, la estructura oligárquica y militar del Estado turco y las consecuencias de una industrialización rápida y desequilibrada ocasionaron en los años 70 un fuerte movimiento obrero y social que hacía peligrar seriamente la continuidad del país como patio trasero para los intereses de la OTAN, y de las fuerzas occidentales en general. En este contexto, aparte de la oligarquia, los únicos que estaban interesados en el mantenimiento del status quo eran los militares, ya que eran los que se llevaban el gran peso de la "ayuda" occidental. Así que no era de extrañar que, en septiembre de 1980, estos últimos dieran un golpe militar que contó con un respaldo abierto de la OTAN, que "casualmente", en esas fechas, llevaba a cabo maniobras frente a la costa de Turquía.

Este golpe se cubrió con las glorias que se conocen en este tipo de actuaciones: miles de muertos y desaparecidos, centenares de miles de presos, abolición de las libertades esenciales y la instalación de un gobierno títere. Después de los primeros años de una renuncia total a las apariencias democráticas, y después de haber aniquilado la oposición política radical, se establecieron ciertos elementos del juego democrático, como por ejemplo, la convocatoria de elecciones con un número reducido de partidos libres de sospecha en cuanto a tendencias "comunistas" (hasta los socialdemócratas vivieron años de una represión bastante fuerte) y una cierta liberalización de la censura y del derecho de asociación. Al mismo tiempo el nuevo Estado turco recibió numerosos créditos ventajosos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la OTAN que, a su vez, aumentó considerablemente su presencia en el país. Las ayudas comerciales iban parejas a una política de austeridad bestial, la devaluación de la moneda y el consiguiente aumento de las exportaciones, que además recibieron un trato arancelario favorable por parte de la Comunidad Europea.

En las ayudas de los paises de la CE, encabezada por la República Federal de Alemania, destacaron por una parte las subvenciones estrictamente militares (en 1989 sólo la contribución de la RFA en este concepto ascendió a 33.600 millones de pesetas) y, por otra parte, las medidas que compaginaron los intereses estratégicos con los económicos. Como ejemplo de esto último queremos señalar el llamado GAP (Proyecto del Sureste de Anatolia). El GAP, un proyecto de colaboración de la CE y el Estado turco, prevé la creación de un entramado de pantanos sobre una superficie de 73.000 km cuadrados en la zona kurda del Eúfrates y el Tigris. Para ello están anegando miles de pueblos kurdos, expulsando la población y reagrupándolos en pueblos fortificados. Con este proyecto se pretende matar varios pájaros de un tiro: debilitar el movimiento de independencia turca, crear una zona agraria de alta competencia y, finalmente, tener un control estratégico sobre el agua que suministra las zonas conflictivas del Golfo.

Frente a estos proyectos de altos vuelos y a los intereses "vitales" de la OTAN y la CE, poco importaron las decenas de miles de presos políticos, las continuas violaciones de los derechos humanos, las torturas y la represión masiva de las minorías étnicas formadas por los kurdos y los armenios. De modo que las continuas apelaciones de los organismos humanitarios de respetar los derechos humanos no eran más que papel mojado.

Sin embargo, a finales de la década de los 80 la situación volvía a cambiar: por un lado disminuía considerablemente el flujo de dinero procedente de las organizaciones occidentales; las inversiones extranjeras, en las que destacaron otra vez las realizadas en el complejo tecnológico-militar, no sirvieron para crear cierta riqueza nacional que se hubiera traducido en un aumento del nivel de vida para las grandes masas de la población.

Con el fuerte deterioro de la situación económica social, los movimientos obreros y sociales volvían a cobrar fuerza. A pesar de una represión que sigue siendo durísima (por ejemplo, las manifestaciones a raíz del 1 de mayo del año pasado fueron disueltas con fuego real), está aumentando año tras año el número de huelgas. El apogeo provisional de esta oleada de huelgas constituye el paro de los mineros. Desde finales de noviembre de 1990, se han declarado en huelga más de 50.00 mineros de las minas estatales. Su convenio ya había vencido meses atrás y no se atendían en absoluto sus reivindicaciones de aumentos salariales y de una mayor seguridad laboral. Frente a una tasa de inflación del 200%, las "ganancias" de los mineros se habían quedado en nada. Al mismo tiempo se había reducido a un mínimo la seguridad laboral, de modo que en 1989 se produjeron 20 muertos y 6474 heridos, mientras que en los primeros diez meses de 1990 el número de muertos ya había ascendido a 22. Desde el inicio de la huelga fueron enviados casi 10.000 soldados a la zona minera de Zonguldak que ahora tienen ocupada la ciudad. No obstante, se producen manifestaciones diarias, aumentan las huelgas de solidaridad en todo el país y los huelguistas tienen cada vez más reivindicaciones políticas.

Las huelgas reflejan claramente el fracaso de la política del presidente Turgut Ozal, un político que ya estaba presente en el primer gabinete títere después del golpe militar y que desde entonces ha recibido el apoyo de los organismos y políticos occidentales (ver la visita del mismo el año pasado a España, durante la cual el gobierno español le prometió una remesa de aviones militares, a la vez que el señor Gonzalez le "rogó" hipócritamente que su país observara los derechos humanos).

Frente a la creciente debilidad de la posición de Ozal -incluso están marcando diferencias los propios militarse ya que ha dejado de cumplir su función esencial de mantener a raya al movimiento obrero- la crisis y la guerra del Golfo le vinieron como anillo al dedo. Así que, en agosto de 1990, apenas consumada la invasión de Kuwait por las tropas iraquíes, Ozal se dirigió al Consejo Europeo para recoger la venia de éste para la declaración del Estado de Emergencia y la consiguiente abolición de los derechos humanos en Turquía. Desde entonces tiene un salvoconducto para suprimir las garantías constitucionales, abrir fuego real contra los huelguistas, suprimir por completo la libertad de prensa e intensificar su guerra de aniquilación contra la resistencia kurda.
 


Los kurdos

La creciente fuerza del movimiento para la independencia de Kurdistan, que antes de que se produjera la crisis de Golfo incluso llegó a establecer "zonas liberadas" en la parte turca, constituye junto con el movimiento obrero turco la mayor amenaza para el régimen de Ankara. Kurdistan es una región de unos 500.000 km cuadrados (que corresponde más o menos a la Península Ibérica) repartidos entre los territorios estatales de Turquía, Irán, Iraq, Siria y de la URSS. Se calcula que en esta región viven alrededor de 24 millones de kurdos, de los cuales unos 10. millones están asentados en el lado turco con lo que suponen casi el 20% de la población total.

Los kurdos igual que otros pueblos víctimas del trazado arbitrario de fronteras estatales -llevado a cabo después de la Segunda Guerra Mundial por las antigu¿ potencias coloniales- viven desde hace años una represión constaí te por parte de los Estados respectivos, que ocupan sus territorio. La experiencia histórica hace establecer la ecuación de que cuant más reaccionario era el gobiern gobernante más feroz era la represión contra los kurdos. Gran parte de la guerra de los Estado contra el movimiento de independencia de Kurdistan se debe al hecho de que en el territorio de Kurdistan se hallan importantes yacimientos de petróleo.

A caballo de las Crisis y de la Guerra del Golfo, los medios de comunicación occidentales han descubierto de repente el intento de genocidio que el régimen de Sadamm Hussein cometió contra los kurdos, tres días después de finalizar la Guerra Iraq-Irán. Desde entonces murieron entre 12.000 y 15.000 kurdos por las bombas químicas iraquíes que, como ya se sabe, fueron construidas con la tecnología occidental (sobre todo de empresas alemanas, entre las cuales figuran la del clan de los también aquí famosos Barones de Thyssen...). En esta época fueron trasladados por la fuerza más de 1 millón de kurdos, 40.000 huyeron a Turquía, otros 30.000 fueron deportados a Irán. En estas cifras no se contemplan el número de las víctimas de ejecuciones, ni de torturas. Asimismo no se contempla que casi todos los pueblos del sur de Kurdistan han sido destruidos.

Sin embargo, lo que actualmente se alega para demostrar la bestialidad de Hussein y que en su momento, cuando éste todavía era uno de los mejores aliados occidentales, no merecía más que dos o tres notas en la prensa, no es ni mucho menos un caso aislado. El gobierno turco, por ejemplo, se distinguió desde siempre y, sobre todo, desde el golpe militar por una política de represión y de aniquilación contra los kurdos que estaban reclamando su independencia. En esta cuestión no existían y no existen discrepancias entre los dos régimenes. Desde 1984, el gobierno de Ankara y de Bagdad tuvieron un acuerdo según el cual cada país podía entrar hasta 30 km en el territorio del otro para perseguir a miembros de la resistencia kurda. Los agen-tes iraquíes podían entrar en los campos de refugiados turcos e "interrogar" libremente a los kurdos refugiados allí. En cambio, las organizaciones humanitarias no tenían acceso a estos campos. Y la población local no podía aliviar la miseria de los refugiados que estaban encerrados allí, alojados en tiendas de campaña. Entonces murieron entre 3.000 y 4.000 personas en los campos de Turquía a consecuencia del frío y de la falta de alimentación.

Pero Turquía no se ha limitado a esta manera "pasiva" de solucionar el "problema de los turcos del monte" (así los llamaba la terminología oficial que hasta hace dos semanas ni siquiera reconocía la existencia de los kurdos turcos). Desde el golpe militar de 1980, Ankara persigue su propia política de "tierra quemada" para erradicar la resistencia kurda. Desde entonces fueron matados miles de kurdos, sobre todo en el transcurso de acciones de castigo contra presuntos colaboradores de los "terroristas" y en los calabozos de las prisiones. Dos terceras partes de los militares turcos fueron trasladados a la parte turca de Kurdistan. Al mismo tiempo se han desalojado hasta la fecha más de 500 pueblos en las regiones montañosas, expulsando su población y concentrándolas en asentimientos fortificados donde tienen que subsistir bajo la vigilancia y amenaza de los militares.

Desde el inicio de la crisis de Golfo el gobierno de Ozal está montando a gran escala esta política de expulsión. Contando con el respaldo de las llamadas fuerzas aliadas, y, sobre todo, de Estados Unidos que a cambio de la adhesión incondicional de Turquía al embargo y al ataque militar (que debido a las amplias relaciones comerciales con el Iraq y Kuwait suponía grandes pérdidas económicas para este país ya de por sí arruinado) prometió que no apoyaría a los kurdos para que contribuyan a la desestabilización de la dictadura iraquí, el gobierno de Ankara está sentando la base para su futuro dominio en la zona kurda. Ya que los acuerdos entre Bush y Ozal preven que gran parte de la zona iraquí de Kurdistan (desde luego rica en yacimientos petrolíferos) se convierta en un protectorado turco. En este contexto se inscribe la cacareada liberalización del uso de la lengua kurda. Aparte de que esta ley de reconocimiento de la existencia de la lengua kurda no hace otra cosa que admitir un hecho existente, no va a permitir la enseñanza de la lengua kurda, ni su uso oficial ni la publicación de libros o revistas.

Conforme a esta vieja estratagema del palo y la zanahoria, desde el inicio de la guerra, la "liberalización" viene acompañada de otro incremento de la represión. Por una parte está el gobierno turco que intensifica los bombardeos contra pueblos que presuntamente dan cobijo a los guerrilleros de la PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistan) y reprime con fuego real las manifestaciones contra la guerra. La represión turca se complementa con los ataques de los americanos cuyos bombardeos están rematando la faena destruyendo numerosos pueblos en la zona iraquí de Kurdistan con lo que obligan a los supervivientes a refugiarse en los campos de refugiados turcos donde no cuentan con la alimentación necesaria ni desde luego con máscaras antigas. Según Radio Teherán, ya se han producido más de 20.000 muertos en las zonas kurdas del Iraq. La revista turca "2000e Dogru" que informó de los bombardeos de los pueblos kurdos, fue secuestrada por orden de Ankara.
 


Para entender la Guerra del Golfo es necesario analizar los parámetros fundamentales de la situación precedente a nivel inteernacional. Esquemáticamente podemos citar:

  • Desaparición del bloque del Este y consiguiente crisis de espectativas para la industria armamentística.
  • Auge económico del Japón y la Alemania unificada.
  • Síntomas de articulación política del mundo árabe en torno al fundamentalismo.
  • Situación de conflicto enquistado, sin vias de solución, en los territrorios ocupados de Israel.

En este marco. la guerra es un acto de poder de los norteamericanos, que aprovechan la coyuntura favorable, con claves muy complejas alguna de las cuales se adivina leyendo el dossier: "Guerre du Golfe. Le dossier secret" de P. Salinger (antiguo portavoz de la Casa Blanca) y E. Laurent, (Paris 1991) del que publicanos algunos estractos.
De vez en cuando hay que recordar quien manda y reconducir la situación. Así ocurrió a principios de los años 80, en el inicio de la era Reagan, con la subida espectacular del dolar que hundió casi definitivamente a los endeudados paises del Tercer Mundo, y así ha ocurrido ahora. Las consecuencias inmediatas son:
  • No desaparición del bloque occidental; se renueva.
  • Se abren buenas espectatitivas para la industria de guerra.
  • Previsible control del petróleo, tras la guerra, fortalece la posición norteamericana frente a paises como Alemania o Japón, cuyas economías dependen absolutamente del petróleo importado, y a los que ya se les pasa la factura por adelantado.

Esta guerra pone en cuestión ese modo de vida occidental basado en el petróleo barato, que destila racismo y xenofobia, que cada día aumenta las desigualdades.
 

Extracto de la entrevista entre S. Husseim y la embajadora americana en Bagdad, April Glaspie:

"Cuando se pone en práctica una política deliberada y planificada que implica una bajada del precio del petróleo sin existir razón comercial alguna, esto significa que otra guerra ha sido lanzada contra Irak"
"La guerra militar mata a los pueblos sangrándolos. La guerra económica privándoles de la posibilidad de una vida mejor. Lo sabe perfectamente. Hemos vertido ríos de sangre en una guerra de 8 años pero no hemos perdido nuestra humanidad. Los iraquíes tienen el derecho de vivir dignamente. Kwait y los Emiratos Arabes Unidos se han adelantado con su política de atacar a Irak y al nivel de vida de nuestro pueblo... Además, y por si faltara poco, Kuwait ha querido aprovecharse arrebatándonos territorio"
"No es aceptable -sigue diciendo S. Hussein- pedir a nuestro pueblo que vierta ríos de sangre durante 8 años y después se le diga: ahora teneis que aceptar la agresión de Kuwait, de los Emiratos, de USA y de lsrael"
Respuesta de la Embajada:
"Señor Presidente, quiero decirle que el Presidente Bush no sólo desea mantener con Irak cada vez mejores y más amplias relaciones, sino que quiere también que Irak contribuya en la construcción de la paz y de la prosperidad en Oriente Medio. El presidente Bush es un hombre inteligente. No va a declarar la guerra económica a Irak. Tiene razón. Es verdad -como usted ha dicho- no queremos precios elevados para el petróleo. Pero le rogaría que examinara la posibilidad de no pedir un precio exagerado"