Violento desalojo de okupas en Barcelona

 A las seis de la madrugada del pasado lunes 18 de Enero, con nocturnidad y abuso de fuerza el barrio del Carmelo se convirtió en «zona policial». Cien agentes, la mayoría antidisturbios (tanto urbanos como nazionales con tanquetas, perros, detectores de metales, gases lacrimógenos, etc. sacaron de la cama violentamente a los okupantes de cuatro casas, una de ellas no relacionada con el movimiento okupa. El grito de «Abran la puerta, policía», se dio cuando las puertas estaban destrozadas a golpes de mazo y hacha. Los okupas que se resistieron fueron brutalmente golpeados y estuvieron detenidos durante treinta horas.
 Una semana antes, el señor Batlle, regidor del distrito de Horta-Guinardó, decía no saber nada del inminente desalojo, cuando para preparar una operación de esta envergadura debía estar utilizando el plan de ataque junto con el Gobierno Civil y la empresa «destructora» UREÑA S.A. Horas después del desalojo el señor Batlle alardeaba de que en su distrito ya no quedaba ninguna casa okupada. ¿Pretenden imponer el estado de sitio, o es que el señor Batlle pretende ascender en el escalafón del Ay-untamiento a costa de echar a la gente de sus casas?
 Los desalojos y posteriores derribos responden a un plan urbanístico de ampliación de zona verde, cuya realización depende de unos recursos que el Ay-untamiento no tiene, ¿o es que no está endeudado hasta el siglo que viene?
 No es cierta la imagen de violencia que han querido dar al colectivo de okupas. A todos nos gustaría ver los partes médicos de los policías heridos de los que hablaron los medios de comunicación. Los okupas pueden enseñar los suyos causados por la violencia policial (pasillo de porrazos, lanzados desde lo alto de una escalera, etc...). El supuesto material «peligroso» requisado en las casas consistió en cuchillos de cocina, material pirotécnico de uso festivo, y cadenas de motos, herramientas y utensilios caseros que se pueden encontrar en cualquier otra vivienda.
 



 

«Seguiremos okupando»

Hablamos en una mesa del bar del Ateneu llibertari de Grácia, en el corazón de la ciudad postolímpica ahora sumida de lleno en la crisis, pero con los precios de las viviendas igual de desorbitados que antes, consecuencia de la especulacián salvaje de la década anterior. El acceso a una vivienda está fuera del alcance de la mayoría de la gente, pero especialmente de los más jóvenes.

 -Nos planteamos seguir okupando.
 Esta es la última y tajante respuesta de nuestra interlocutora a la pregunta ¿qué vais a hacer a partir de ahora? con la que finalizábamos la conversación que mantuvimos para comentar las circunstancias de la okupación y el posterior desalojo.
 Hablamos en una mesa del bar del Ateneu llibertari de Grácia, en el corazón de la ciudad post-olímpica ahora sumida de lleno en la crisis, pero con los precios de las viviendas igual de desorbitados que antes, consecuencia de la especulación salvaje de la década anterior. El acceso a una vivienda está fuera del alcance de la mayoría de la gente, pero especialmente de los más jóvenes.
 -Afirmamos que hay otras formas de vivir que la de la familia clásica. Vivir en comunidad es una experiencia que vale la pena -nos dice.
 -Explícanos un poco como está el movimiento okupa en Barcelona.
 -Durante los últimos dos o tres años se han okupado varias casas. Concretamente en el barrio de Gracia hay unas trece casas okupadas. Existen contactos entre la gente que vive en las casas. Cuando pasa algo se hacen asambleas y se decide la forma de actuar. casas. Cuando pasa algo se hacen asambleas y se decide la forma de actuar. Tenemos un archivo de casas vacías y también nos asesora un abogado.
 -Háblanos de las casas de Horta. ¿Cuánto tiempo llevaban okupadas?
 Había cuatro casas okupadas, tres de ellas muy próximas entre sí, en las calles Picó i Campanar, Font d'en Fargas i Descans; otra algo más alejada, en la calle Mühlberg. Excepto en la de Descans, en todas las demás vivía gente ligada al movimiento okupa. La de Picó i Campanar, donde yo vivía, llevaba okupada un año y cuatro meses en el momento del desalojo y la de Font d'en Fargas un año.
 -En la casa de Picó i Campamar había un centro abierto a los jóvenes del barrio. Cuéntanos como funcionaba.
 -Al principio algunos chicos del barrio pasaban por la casa, pero se cortaban porque veían que aquello era una vivienda. Entonces les planteamos hacer un centro. Arreglaron una parte de la casa, se montó un bar y se legalizó el centro como asociación con el nombre de «Casal alternatiu de la mitja lluna». Con el tiempo algunos se plantearon okupar una casa en el barrio y lo hicieron.
 Mientras conversamos se pueden observar en el techo del local los efectos del incendio intencionado de hace un par de años. En la barra, media docena de jóvenes beben y hablan mientras suena la música. No hay muchos locales como éste en esta ciudad cuyo Ayuntamiento se ha gastado miles de millones en las Olimpíadas. La gran mayoría de jóvenes debe escoger entre la calle o las caras diversiones impuestas por la sociedad de consumo.
 -Cuando ocupasteis la casa ¿en qué situación estaba?
 -La casa estaba afectada por un proyecto de zona verde desde hacía años. Sus antiguos propietarios fueron indemnizados hace trece años. Sin embargo, el proyecto está bastante parado porque el Ayuntamiento no tiene dinero. De hecho hay varias casas afectadas en la misma zona donde todavía vive gente que no ha sido indemnizada.
 -Antes del desalojo definitivo ¿hubo algún intento previo de echaros?
 -Después de la okupación estuvimos cuatro meses sin que nos dijeran nada. Al cabo de cuatro meses vinieron policías municipales y nos dijeron que no arreglásemos nada porque nos iban a echar. Luego llegaron varios avisos para que desalojáramos. El pasado mes de noviembre llegó uno del ayuntamiento contra el que presentamos recurso. Más tarde, en diciembre llegó un aviso del juzgado y también presentamos recurso. El último llegó el 4 de enero. El dia 13 de enero hicimos una concentración ante la sede del distrito de Horta-Guinardó. Una tal Custodia nos aseguró que no nos iban a desalojar, como mínimo hasta el verano, y se enrolló diciendo que ella «era como nosotros» y también se había manifestado reivindicando cosas.
 Detrás de todo este proceso hay que destacar la figura del concejal del distrito de Horta-Guinardó, Albert Batlle, un personajillo con aspiraciones a la alcaldía de Barcelona que presume de que en su distrito no hay casas okupadas, y para ello practica una política de tierra quemada. Hace dos años desalojó e hizo derribar una casa en el Guinardó con la excusa de que por allí iba a pasar una vía rápida.
 Hoy todo continua como el día del derribo.
 -El 18 de enero os desalojaron. Explícanos como fue.
 -Se presentaron a las seis de la mañana y destrozaron la puerta de entrada sin avisar. Había decenas de policías, tanto municipales como nacionales, aunque los que actuaron directamente fueron los antidisturbios del ayuntamiento. Los otros se limitaron a vigilar. Llegaron con perros, detectores de metales y en la casa de la calle Mühlberg llevaban hasta una tanqueta. El desalojo fue simultáneo en las cuatro casas. Rodearon las casas y cortaron las calles adyacentes. Tiraron también gases lacrimógenos. A una vecina con la que teníamos buena relación y salió a ver que pasaba, le pegaron. Nosotros teníamos preparada la defensa con cubos de agua y pintura. Subimos al tejado y ellos intentaron romper el techo con un pico, hasta que les cayó encima un trozo. Así fue como uno de ellos se rompió una pierna. Cuando nos sacaron nos apalearon haciéndonos el «túnel» y luego nos detuvieron y nos llevaron a comisaría y más tarde al juzgado, donde nos acusaron de desobediencia y agresión a la autoridad. Estuvimos 30 horas detenidos hasta que el juez nos dejó en libertad. De la casa no nos dejaron llevarnos nada. Había un notario que tomaba nota de lo que había, pero luego sólo nos devolvieron la ropa y algunas otras cosas. Desaparecieron bastantes cosas, entre ellas una cámara fotográfica que valía unas 80.000 pelas. Inmediatamente después del desalojo derribaron las casas.
 Antes de despedirnos nos asegura que su intención es seguir okupando casas y nos entrega un texto titulado «Nos derrumban las casas pero no las ilusiones».