JUSSIEU, una asamblea extraordinaria

Hace ahora dos semanas que se está reuniendo a diario una asamblea general en la Universidad de Jussieu. Nacida a raíz del "movimiento de parados", es a la vez el lugar y el vínculo de una tendencia de dicho movimiento, que aquí se dirige a las y los que se reconozcan en ella ¿Cómo llegó a constituirse? ¿Qué empezó a construir? ¿Cuáles son los problemas que encuentra y cómo intenta resolverlos? ¿Qué perspectivas se propone, con qué medios y con qué espíritu? Esto es lo que las y los participantes a la asamblea queremos comunicaros.
El sábado 17 de enero, durante la manifestación de los parados, varios centenares de personas se encontraron alrededor de la pancarta «Queremos un trabajo de mierda, pagado una miseria»  ya que se reconocían en la ironía que se desprendía de los lemas de la alegre comitiva de flagelantes que rodeaba la pancarta en cuestión. Entre la gente que se juntó movidos por una insatisfacción común, respecto tanto al aburrimiento del ritual de las manis como a las reivindicaciones a menudo miserables que en ellas se expresan (exigir mínimos sociales, es rebajarse uno mismo), se mezclaban jóvenes y menos jóvenes, asalariados y sin empleo. Entre ellos, también se encontraban cantidad de individuos y de grupos que habían participado en las ocupaciones de las semanas anteriores, en particular en la de la ENS , calle de Ulm. Surgió, y se extendió entonces, la idea de mantener un lazo, un vínculo entre nosotros, profundizar juntos en qué estabamos de acuerdo, reflexionar sobre nuestra existencia, nuestro lugar, en este movimiento
Para conseguir esto, hacía falta un lugar. Puesto que la misma noche la policía había tomado medidas para impedir cualquier ocupación, quedamos todos para el lunes 19 en un anfiteatro de la Universidad de Jussieu, en el centro. Aún no teniendo nada mejor, y a pesar de que no nos gustaba, el lugar convenía y la ocupación policial de París no nos dejaba otra salida
 

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Cualquiera que escuche las palabras "asamblea general", piensa en seguida en una especie de reunión imposible, se imagina una algazara tremenda y respira de antemano una atmósfera sofocante. Sin embargo, nuestra asamblea consiguió superar algunos de los defectos habituales, lo que le confiere un lado agradable, porque la gente se escucha. Conlleva, pues, el germen de une entendimiento inteligente.
Desde los primeros días, el 19 y el 20 de enero, algunos espontáneos quisieron hacer de presidentes de sesión. El papel que jugaron ha resultado ser nocivo, más perjudicial que un debate sin moderadores, donde cada uno se dirige a los demás y tiene la posibilidad de contestar. El debate nunca sigue un orden de palabras, sino el hilo de su propio curso.
Se planteó la cuestión de votar. Rechazamos el voto en cuanto no es sino un sucedáneo de tradiciones democráticas, inadaptado a nuestras necesidades del momento: el voto es una forma de decidir que no hace, en la mayoría de los casos, sino impedir el debate; que lo transforma en caricatura, reduciendo los argumentos a un sucederse solamente de pros y de contras. Dicha nuestra postura, no es un principio inamovible, según en qué circunstancia, podríamos llegar a votar.
Nuestra asamblea es general sólo en la medida en que invita a la gente a participar, no es una reunión de delegados. De momento, no tenemos que dar cuentas a nadie más que a nosotros mismos, es decir, a los que participamos en la elaboración de esta inteligencia colectiva.
El número de participantes varía entre 80 y 400 personas. Las acciones propuestas a la asamblea no tienen por que ser ratificadas a la fuerza por ella : lo que intentamos es hablar del espíritu de las propuestas, más que tratar de impedir a fulana o mengano llevar a cabo una iniciativa que le apetece. Un cierto estilo se va dibujando, pues, a través de acciones originales (ver los relatos del Comité de balade) y de la autocrítica que sigue a las acciones.
Decidimos pasar por completo tanto del aparato de la democracia representativa como intentar pasar de algunas máquinas. Algunas de nuestras octavillas son manuscritas  porque a muchos de nosotros no nos gustan los ordenadores. También intentamos deshacernos del tic horrible de los aplausos, verdadera máquina contable del éxito que tanto anhelan los demagogos.
 

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Poco a poco, nos invadió la conciencia de que algo excepcional estaba ocurriendo, cuando la asamblea empezó a querer dominar sus medios de expresión y el sentido de sus actos. Más allá de la necesidad de protegernos de posibles represalias policiales, la presencia de periodistas y otros observadores exteriores nos pareció contradictoria con nuestro deseo de ser una asamblea que permita a cada uno reanudar con el espíritu de una coherencia colectiva, coherencia que había desaparecido en el remolino de la mediatización de las relaciones sociales. Después de un debate movidito en el cual quizá no todo el mundo estaba convencido de ello, concluimos que era necesario rechazar la presencia de cualquier "mediático". Sus defensores alegaban que dependíamos de la información. Concluimos que si queríamos hacernos escuchar, primero hacía falta tener algo esencial que decir y que para decirlo, nadie mejor que nosotros mismos para hacerlo. Lo "esencial" de que hablamos, no es sino la voluntad de transformar las relaciones sociales, suprimir el parasitismo de las relaciones individuales y colectivas, reanudar vínculos sencillos y directos.
Así que echamos a fotógrafos, a cámaras, a gente que hacía estudios sobre el movimiento de parados. En cambio, son bienvenidos aquellos que rompen con su función social, incluso periodistas que dejen de hacer de mirones para volver a ser personas sensatas, artistas que abandonen sus performances exhibicionistas o sindicalistas que dejen de depender de sus burocracias respectivas. Valoramos y apreciamos muchísimo más la persona miembro de la CGT  que vino a vernos el 27 de enero después de una manifestación para decirnos que le habíamos alegrado el corazón con nuestra presencia y nuestro humor, que la asistencia de cualquier contestatario profesional o cualquier especialista de la radicalidad.
En esta manifestación, éramos unas 800 personas detrás de la pancarta «Sacrifiquemos nuestras vidas a la Economía» , divertiéndonos, bebiendo y regalando vino caliente. De vuelta hacia Jussieu, un alboroto en el metro a causa de querer echar a una mujer poli y la tontería que se cometió a propósito de esto, no impidió que volviéramos a encontrarnos en la asamblea de la noche, a la cual acudimos unos 400. Aquella noche, los enamorados de la pelea consiguieron finalmente entender la importancia de una apuesta colectiva, apuesta que promete un placer más grande que el gusto inmediato del enfrentamiento directo. Apenas empezamos a tomar nuestro tiempo.
Es tan importante saber actuar como saber no actuar. Nuestra meta no es afirmar cara al exterior nuestra existencia parahacer peso en la balanza de los juegos políticos. Y si algunos sectores de la sociedad quieren ignorarnos, nos da absolutamente igual: no pretendemos conseguir integrarnos a ellos.
Una especie de suave mezcla entre antiguas y nuevas amistades, entre grupos que existían antes e individuos que descubren la posibilidad de asociarse, explica quizás la rapidez con la que tomamos algunas orientaciones a la vez que algunas indecisiones. Los gamberros ya no son únicamente vándalos y los enamorados del palabreo ya no son únicamente charlatanes , empezamos a ser mejor que todas estas categorías, separadas en los movimientos del pasado. No hay más remedio que constatar que no tenemos otra elección: debemos organizar nuestro acuerdo.
Durante nuestras diferentes acciones y manifestaciones, un cierto número de problemas no han sido resueltos todavía. Es difícil para nosotros presentarnos, hacer entender que no somos un grupo de mercenarios de la intervención, ni tampoco un comité de apoyo. ¿Cómo hacer entender también que no somos los amables organizadores  de un militantismo fétido, aquellos que se dirigen al otro como si de un objeto se tratara, que no ven otra cosa en este otro que una adhesión más? No se trata para nosotros de "incidir en amplios sectores", de "movilizar" (como quien moviliza tropas), sino de crear condiciones favorables al reconocimiento y al encuentro. Esta inteligencia colectiva que la asamblea empezó a construir, es posible también por el hecho de que ya no nos determinamos sólo en función de los enemigos de esta, en función de una línea, de una idea puesta por encima de nosotros, sino en función de lo que es la asamblea, es decir, las personas que la conforman y el estado del debate entre estas personas. Hasta ahora, hemos sabido hablar de todo, incluso de lo que algunos pensaban que era evidente. Forma parte de las cualidades de esta asamblea, el haber sabido, en varias ocasiones, retroceder para poder ir adelante. Soñamos con que se multipliquen asambleas como la nuestra, para que desaparezca la sensación de lo ineluctable del correr de las cosas.
Somos una asamblea de marginados y desclasados , que querría dar lugar a lo mejor de cada uno, que toma conciencia de que la fuerza de un movimiento colectivo depende de su capacidad para extirpar algunos miedos y fortalecer a los individuos. Nuestras acciones, nuestros juegos, nuestros debates y nuestras fiestas, producen la confianza necesaria como para poder poner en práctica nuestras ideas.
 

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Hoy, mientras el silencio ha seguido a la sobremediatización, algunos han vuelto a plantear el problema de nuestra existencia pública. Pensamos por el contrario que la retirada de los medias juega a nuestro favor, porque sus mentiras y su confusión ya no parasitan nuestra propia expresión y ,al mismo tiempo, porque debemos contar sólo con nuestras propias fuerzas, porque es importante aclarar y extender la cuestión que pretendemos plantear. Es decir, el problema del trabajo asalariado, del sistema que lo produce y del dinero que está asociado con este sistema. Nos parece que la única manera de alejar la confusión que domina este tema, incluso entre nosotros, es profundizar esta perspectiva: ¿Cómo transformar una sociedad que se basa en el trabajo y que, a la vez, lo suprime aún manteniéndolo como valor supremo, en una sociedad basada en la actividad humana?
Para contestar a esta pregunta central, queremos conservar el estilo y el espíritu que esta asamblea inventó: esta mezcla de seriedad y de juego que experimentamos a través de las manifestaciones en las que nos conocimos y nos dimos a conocer un poco. No nos queremos conformar con reivindicar, sería dejar a quienes nos enfrentamos la posibilidad de pensar que pueden indemnizarnos por todo lo que nos quitan.
Habrá otras jornadas del Comité de balade, otros juegos en la calle, otros panfletos, otros carteles, un diario. En busca de otros cómplices y experiencias que compartir, también decidimos comunicar nuestras ideas, realizaciones y proyectos, a los que manifiesten su simpatía con nosotros, con el propósito de esbozar una red.