¡APERITIVO PARA TODOS!

Con el presente movimiento de parados y su exigencia de un aumento de los "mínima sociales", es la cuestión de la dignidad la que, directamente, se expresa de un modo público. Aquello que se denuncia es, sin duda, la ausencia de recursos, pero de modo aún más evidente el formidable desprecio humano que es el reverso cotidiano de la exclusión.

La exigencia de un aumento significativo de los "mínima sociales" es revelador de la emergencia de un hecho político mayor: la exclusión del mundo del trabajo asalariado ya no se vive como una tara individual, sino como una expoliación colectiva, como resultado de una violencia hecha a toda la sociedad.

Aún más, el hecho de que esta exigencia concerniente a una renta decente PARA TODOS sea admitida por toda una parte de la población, es sintomático por lo que nos dice de otro balanceo político: los sectores más desfavorecidos, los más frágiles de la sociedad (sean asalariados o no) empiezan a reconocerse en la "suerte" común a la que se les ha abocado; suerte percibida, cada vez más, como el resultado evidente de una política deliberada.

Con la mundialización de la economía, la estructura social de nuestras sociedades se halla sometida a la tortura de un cambio violento, permanente e insensato de nuestras condiciones de vida individuales y colectivas. Para mantenerse dentro de esta tormenta, los diversos equipos que sucesivamente nos gobiernan, eligen resueltamente sacrificar nuestras existencias y conservar el poder que les queda y el reconocimiento internacional. Es evidente que no deciden en nombre de la sociedad, sino en su lugar.

Todos aquellos que ponen por delante el argumento de la imposibilidad económica de aumentar los "mínima sociales", no hacen, a fin de cuentas, más que enmascarar su "tomar partido" político en favor de los mecanismos de la economía salvaje. Mecanismos que garantizan y alientan, por un lado, el desarrollo simultáneo de la pobreza de los hombres, y, por el otro, de la riqueza industrial y financiera.

Sabemos pertinentemente que el poder no está por la labor de hacernos regalos y que todo lo que llegue a ceder lo cederá de mala gana. ¿Su margen de maniobra está económicamente limitado? El problema es que nosotros ya no podemos situarnos y reconocernos en ese terreno. Ineluctablemente, hemos llegado a la tesitura de tener que defender nuestra piel y nuestra dignidad contra la economía y sus reglas abusivas, antidemocráticas por excelencia.

El combate hoy sostenido por los parados contribuye a una redefinición de la coherencia política y humana de nuestras sociedades. Lo que está en juego cada vez es más crucial: continuar aceptando asentar la prosperidad económica de algunos sobre la competitividad generalizada de los pobres entre sí; o bien redefinir una democracia donde los ciudadanos decidamos y participemos directamente de todas las orientaciones que comprometan nuestro presente y nuestro futuro.

Será necesario, en un día no muy lejano, crear una sociedad del reparto y de la equidad, una sociedad fundada sobre una igualdad real de derechos y deberes universales, una sociedad que permita a todos y cada uno vivir la democracia cotidianamente, incluso en lo que atañe a la producción material de la vida.

Sociedad por la neutralización de los escuálidos.
Bordeaux, 17 de Enero 1998