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Areas de Trabajo.

Trabajo, dinero, cooperación social

Pongamos que existe una ambigüedad implícita en las nuevas realidades del trabajo y de la cooperación social: una tendencia a la informatización y automatización de los procesos de trabajo, por un lado, y por ello a la desaparición progresiva de la gran fábrica y de las políticas de pleno empleo y a la precarización y flexibilización del mercado de trabajo; por otro, una hegemonía creciente en los nuevos procesos productivos de todo aquello que tiene que ver con la actividad inmaterial de la gente (comunicación y lenguajes, afectos, estilos de vida, códigos y saberes tecno-científicos...), y que está inevitablemente ligada a niveles de intensidad de la cooperación social que van infinitamente más allá de las tareas mecánicas y estandarizadas que tanto la producción taylorizada como las relaciones de servicio del estado burocrático asistencial imponían. Las distinciones entre tiempos productivos y reproductivos, tiempo de trabajo y tiempo de ocio se vienen abajo (por otra parte cuestionadas desde hace tiempo por el movimiento feminista). Toda la vida se vuelve productiva para la valorización capitalista y se sumerge en el circuito de la mercancía. El problema del ‘empleo’ se hace diferente: poder ‘ganarse la vida’ desarrollando una actividad no depende tanto de la capacidad productiva real de la gente como de decisiones político-administrativas que apuntan a construir un espacio del dominio y del miedo (miedo a ser excluido, miedo a la precariedad) en el que trabajo asalariado y paro son dos caras de la misma moneda. Aquí se produce un desajuste entre la potencia productiva (y política) inscrita en la cooperación social actual y las continuas operaciones de reducción, explotación, control y distorsión de esas posibilidades, llevadas a cabo por el mando del capital.

En un momento en el que la herramienta más importante para la producción (de riquezas, lenguajes, comunidad) se encuentra encarnada en el cerebro y el cuerpo de la gente, en su capacidad lingüística, comunicativa, afectiva y perceptiva, y en el que por tanto el trabajo se ha liberado de la necesidad del empresariado capitalista, el problema pasa a ser cómo liberar la cooperación social de las estructuras de poder que le asignan contenidos y finalidades opresivos, imperialistas y mutiladores. Ese proceso de liberación no debe entenderse como mera liberación de esas potencialidades tal y como son registradas y percibidas mayoritariamente, es decir, como factores de la producción capitalista, sino como un proceso en el que estas potencialidades se encarnan en comunidades, en territorios vitales, en formas de vida productiva autoorganizadas que dan nuevos sentidos, contenidos y finalidades a la propia potencia al margen y, de hecho, dentro de una relación antagónica con las estructuras de mando del capital.

¿Qué papel juegan y podrían jugar los centros sociales dentro de este proceso de liberación? ¿Qué capacidad tienen y podrían tener a la hora de romper el cerco del miedo con el que el capitalismo posfordista asegura el control?

A partir de experiencias concretas de autoproducción, autoempleo y luchas contra el trabajo y/o por el salario social, discutiremos sobre las potencialidades y límites de las distintas alternativas y sobre la posibilidad de pensar nuevos experimentos.


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