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La Pantera


Editar textos mediante autoproducción
 

"Editar textos mediante autoproducción." Una vieja idea de algun@s que nunca se acabó de llevar a la práctica. Hubo incluso un manifiesto en el que se expresaba ese deseo y se proponía la constitución de un colectivo editorial:

"Nos mueve a plantear semejante idea la desolación discursiva y teórica en que sobreviven los ámbitos políticos junto a los que actuamos. Como dato insoslayable. ¡Pero ningún propósito ilustrado en el tema! La genealogía de esta condición no es sino política, existencial y deseante. La perspectiva difusa de poner en circulación más o menos amplia materiales de interés es algo real pero razonablemente engancha menos, es acaso demasiado indeterminada, y las limitaciones técnicas, comunicativas y políticas pueden echar para atrás. Hablamos de desolación discursiva porque es este –el del texto, la palabra– el territorio más accesible y en el que nos sentimos más cercanos, pero no se nos pasa por la cabeza pensar que sea, en estos tiempos, el más privilegiado ni el más intenso. Podría plantearse trabajar con otros medios de expresión y creación. Hay una condición definitoria de un reenganche de procesos alternativos, de nuevas luchas, de experiencias de creación colectiva radical –considerando esto como generalidad en torno a la cual podemos formar una cierta comunidad política-afectiva-existencial– que pasa por la crítica interna de los sistemas de retracción y repetición conservadora de los hábitos políticos, teóricos y comunicativos. […] En cuanto al material a editar, nos interesan los textos que pudieran funcionar como instrumentos de discusión, investigación y pensamiento colectivos. En ello entra también la literatura. Pero el carácter de anomalía y rareza, tanto como el de ser expresiones autónomas de los movimientos o de individualidades creativas, es, si acaso, un criterio-guía. No se trata tanto de poner a debate las identidades como de conjugar ritmos y velocidades propias, tempos, musiquillas, múltiples tarareos en un sonido puro y simple. Un ritornelo."

Es este de hoy un propósito mucho más modesto –ya que por aquel entonces hablábamos de un colectivo, de una red de difusión no sólo textual sino multimediática, etc.–, que se va a limitar a poner en circulación y al alcance de quien quiera aquellos textos de difícil acceso que hace tiempo un compañero se tomó la molestia de traducir. Materiales, a mi parecer, de altísimo interés todavía hoy, incluso aunque fueron escritos hace varios años. Las limitaciones técnicas ya no son un impedimento: sólo hace falta un ordenador para hacer esto. De momento, empezaré con aquellos textos previstos para aquel proyecto editorial que dimos en llamar Ritornelo. Sin esperanza pero sin perjuicio de que si me llegan nuevos textos de interés, los editaría en cuanto fuera posible. Valga como presentación y como la mejor expresión de la idea que impulsa este folleto el escrito que sigue de Maurizio Lazzarato.

la pantera

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La "pantera" y la comunicación

Maurizio LAZZARATO

L@s estudiantes italianos han okupado, entre diciembre de 1989 y marzo de 1990, ciento cincuenta facultades. El movimiento, que ha tocado a todas las universidades comenzando por Palermo y ha sido muy activo, sobre todo en las universidades del sur y el centro de Italia, se ha llamado la "Pantera" . Sus métodos de lucha han sido siempre pacíficos. Los objetivos en torno a los cuales se ha formado y han constituido las finalidades de su lucha son: 1) la retirada de una ley que consideraba la privatización de una parte de la universidad; la oposición a la concentración monopolista de la información (la prensa escrita y la televisión al mismo tiempo) tal y como existe en Italia desde los años ochenta; 3) la retirada de la nueva ley contra los estupefacientes, que por primera vez criminaliza a l@s drogadict@s. La crítica de la didáctica y la propuesta de su reforma democrática también han estado en el corazón de la iniciativa de l@s estudiantes. El movimiento ha buscado la solidaridad de los comités de base de las grandes empresas y de otros movimientos sociales, encontrándola sobre todo entre los trabajadores de los transportes y en el sector terciario. Al movimiento, que ha tenido un extenso eco en los institutos, también se le ha llamado "movimiento de los fax", pues el primer sitio ocupado, en todas las universidades, fue la oficina del telefax y la primera iniciativa la conexión en tiempo real de todas las ocupaciones. Al final del mes de marzo, de sus encuentros nacionales, el movimiento ha decidido una suspensión de la acción de ocupación. En el momento en que este artículo se escribe sus estructuras de organización están aún intactas.
 

Los movimientos sociales que marcan políticamente el final de la fase neoliberal plantean inmediatamente el problema de la comunicación como condición fundamental de su propia existencia y de su desarrollo. Y esto a la vez desde un punto de vista interno y un punto de vista externo a estos movimientos. En el interior de los movimientos sociales, la cuestión de la comunicación depende de un contexto de democracia muy radical y directa que no admite ninguna división entre lo social y lo político, entre lo económico y lo político, entre lo individual y lo colectivo. Vuelta hacia el exterior, la comunicación se plantea como un problema de estrategia de lucha y de afrontar el sistema de la información, que es experimentado espontáneamente como adverso y peligroso. Estos movimientos se han familiarizado con lo "nuevo" de la comunicación. Las nuevas formas de percepción, las nuevas cualidades del "cuerpo" y el "alma" ligadas a ese nuevo saber y esas nuevas prácticas forman parte, en adelante, del patrimonio antropológico de estas nuevas subjetividades. Lo que hace falta aún es el dominio colectivo de ese proceso y sobre todo la definición de una estrategia política en relación al sistema político-mediático. Los movimientos han procedido a tientas y en tentativas sucesivas, mediante ensayos y errores. No podía pasar otra cosa, al estar todo por inventar.
 

L@s estudiantes italian@s y la comunicación

"Y qué es un movimiento sin emociones, sin rabia, sin transgresiones, sin desafíos, sin invenciones... Nadie tiene el coraje de afirmar, con serenidad, que todo verdadero movimiento no es sino ilegal, pues aspira a cambios radicales, y por tanto a nuevas formas de legalidad." Estas palabras no son las de un "nostálgico" de los movimientos revolucionarios y de su simbólica, sino las de un apacible periodista del diario más importante de la burguesía italiana. El acontecimiento político del que habla es el movimiento de okupación de las facultades italianas que se ha desarrollado entre diciembre y marzo de este año [1990]. Si nuestro periodista hubiera escrito este artículo hace sólo diez años, hubiera sido catalogado inmediatamente como fiancheggiatore ("cómplice") del terrorismo, cattivo maestro (maestro del pensamiento inmoral por haber tratado de comprender desde un punto de vista sociológico y político un movimiento cuya imagen sólo podía remitir a la violencia). Algún juez hubiera constituido un dossier sobre su persona, incluyendo una estancia en las prisiones de la república para permitirle poner en orden sus ideas y confesar... ¿Qué le ha pasado a este periodista, antaño antiguo defensor del inmovilismo del sistema político italiano, para que hoy venga a dar lecciones de ética revolucionaria? ¿Qué es ese himno a la ilegalidad ("los jóvenes están obsesionados y amordazados por la legalidad"), después de que en nombre de la legitimidad y la legalidad del poder, se haya justificado todo ("suspensión del Estado de derecho" y de la libertad de prensa, tortura, persecución judicial, exilio)? ¿Habría salido por fin la prensa italiana del periodo de emergencia (periodo que ha continuado hasta ahora, pues la sociedad italiana continúa rechazando el movimiento de los años setenta) para empezar a cumplir con su deber, no sólo democrático, sino también revolucionario? Yo creo más bien que ese viraje de ciento ochenta grados del periodista es representativo del pánico que ha agarrado al sistema político italiano frente a la eclosión de un movimiento "imprevisible", para él incomprensible y que le pone directa y radicalmente en cuestión. En efecto, este movimiento plantea en el centro de la discusión y en el fundamento de su existencia el problema de la comunicación, y al mismo tiempo se sustrae al deber del diálogo mediático. En la base del movimiento hay un rechazo: el rechazo masivo y colectivo a comunicar con el sistema institucional de la información, el rechazo a entrar en el diálogo democrático de los media. A los periodistas y a los equipos de la tele se les mantiene cuidadosamente al margen de las asambleas del movimiento, o son atentamente seleccionados. Todas las informaciones, antes de ser entregadas a la prensa, son redactadas y estrictamente controladas por los estudiantes organizados en agencias de prensa. El bloqueo que l@s estudiantes oponen a la circulación de la palabra mediática no es un rechazo extremista, sino un acto radical que desvela la naturaleza de la comunicación y que, en este distanciamiento, la rearticula según otros agenciamientos. El que esa crítica no se haga en las formas "ritualizadas" de la práctica revolucionaria, sino de una forma que devuelve irónicamente a los media la figura del hombre medio mediático, es lo que el periodista no puede entender. No puede imaginar que en un mundo demasiado pleno en el que todo debe ser hablado y todo debe ser visible, un movimiento eliga el silencio y la invisibilidad en relación a los media. ¿Por qué esa desconfianza "natural" por parte de estos jóvenes que no han conocido otra tele que la de Berlusconi y la apología mediática del made in Italy? No se trata sólo de la naturaleza actual del sistema de comunicación que ha conocido una concentración capitalista sin precedentes en la historia italiana: toda la prensa escrita está en manos de dos o tres industriales italianos (sólo Fiat controla el 25% de la prensa escrita) y la tele está controlada por entero por el tándem Estado/Berlusconi. Tampoco se trata de la "evidencia" del papel de la comunicación: en primer lugar, devastación de los movimientos de los años setenta, luego normalización y borrado de toda huella de alternativa política y cultural. Las razones son más "ontológicas". Nuestro periodista se da a sí mismo "una" buena respuesta: "Las asambleas están formadas por gente que tiene terror de ser homologada (e incluso descrita por los periódicos)..."–(subrayado del propio periodista).

Ese rechazo plantea un montón de problemas que, a falta de poder desarrollar, procuraremos al menos enumerar.
 

El rechazo como distanciamiento que permite la emergencia de una subjetividad colectiva

El rechazo a comunicar instaura un vacío que permite la emergencia de una forma colectiva de "separación" que toca un dominio que todo el mundo preveía que fuera el del control, la normalización, la pérdida de sentido y la indiferencia. Desde el punto de vista formal, este rechazo se asemeja extrañamente al rechazo obrero a continuar trabajando. Y, como en la huelga, el acto de rechazo y sus consecuencias para la subjetividad son más importantes que el contenido "reivindicativo" de la lucha. Lo que cambia radicalmente es, por una parte, la cualidad de esta "fuerza de trabajo", cuyo savoir-faire es esencialmente un savoir-faire comunicativo y, por otra parte, la relación que estas nuevas cualidades permiten instaurar entre individuos y colectividad. Pero la diferencia más notable respecto a los obreros tradicionales tiene que ver con las relaciones que esta joven fuerza de trabajo mantiene con las tecnologías, más particularmente con las tecnologías de la comunicación y sus lenguajes. Más que a la relación con las máquinas, estas nuevas relaciones se asemejan a las relaciones que los seres humanos mantienen con el dinero y los objetos en general en las sociedades capitalistas. En cuanto a la cualidad de esas relaciones, podríamos definirlas como de "distanciamiento" y de "proximidad". Estos dos términos se toman prestados a Simmel, a quien nos referiremos para comprender la actitud de estos jóvenes en relación a la comunicación.
 

La comunicación y el "depósito de la subjetividad"

Desarrollando la categoría marxiana de moneda, Simmel demuestra cómo toda forma de mediación se plantea al mismo tiempo como expropiación de la subjetividad y como instrumento potente de su desarrollo. Entre el sujeto y sus fines hay una serie de formas de mediación a las que podríamos calificar de "universales concretos" (el dinero, las tecnologías, las lenguas, los códigos, las instituciones, etc.) que tienden a destruir toda forma de "alteridad" mediante la abstracción de su generalidad. Pero la destrucción de toda identidad ligada a la definición tradicional de la relación social (lazos familiares, lazos simbólicos, lazos comunitarios), puede vivirse como suspensión de los códigos morales y sus responsabilidades, y por tanto como libertad y no sólo como pérdida del sujeto. Si interpretamos la comunicación como uno de esos universales concretos, esta introduce una separación ("distanciamiento") entre el sujeto y lo que le es más cercano (objeto y relación social) para ponerle en contacto con lo que le es más lejano y más abstracto (lo imaginario, el tiempo y la simulación, y por tanto con la condiciones de la creación). Distanciamiento y suspensión del sujeto no sólo en relación al "otro", sino también a "sí mismo". La comunicación (que es fundamentalmente una tecnología de la subjetividad) es pues la posibilidad de una profundización y una transformación de la subjetividad (Simmel habla acerca de este tema de un "depósito de la subjetividad") que se constituye en la desunión de la relación social. Simmel demuestra, pues, la independencia y la separación de la subjetividad en lo "social" (el "alma" se opone al "espíritu" como espíritu objetivo) en relación al poder y al saber constituidos. Al amparo entonces de las pantallas de la comunicación (tecnología que desarrolla completamente la posibilidad propia a toda mediación de "poner en contacto y alejar" al mismo tiempo) se ha constituido una subjetividad que, bajo forma de una adhesión superficial al diálogo mediático, ha profundizado, en cambio, su constitución individual y colectiva. El acto de rechazo ha alejado la proximidad obsesiva del sistema de la comunicación y ha colectivizado y constituido como "espacio público" el distanciamiento de las relaciones sociales dominantes.
 

Crítica de lo simbólico

Muy suspicaces respecto a la sociedad mediática y su sistema político, los jóvenes han continuado utilizando el método de la "proximidad" y del "distanciamiento", que han dominado muy bien a nivel individual (lo que los sociólogos han interpretado como "individualismo" y "anonimia"), tratando de darle una forma colectiva y socializadora. El método se ha aplicado de forma muy coherente incluso en lo simbólico y sus funciones. En efecto, ¿qué quiere nuestro periodista, sino que el movimiento entre rápidamente en los moldes clásicos de lo político (masa/delegación/representación democrática) y sus formas de comunicación? Pese a que fuera de forma extremista y terrorista. La sociedad mediática no puede soportar ese agujero en las redes de comunicación, no puede admitir ese rechazo a tomar la palabra que emana de una capa social que hace de la palabra y del saber su profesión, pues comprende que se trata de una puesta en discusión de su forma de representación (hoy está simbolizada mejor por la democracia catódica que por la parlamentaria). La abstracción del telespectador y su palabra mediática acompañan y completan la abstracción del "ciudadano" y su modelo de participación. Entonces, la comunicación debe restablecerse cueste lo que cueste. Hoy, son las redes de comunicación las que pretenden que las masas hablen, confiesen, deleguen, se expresen. Hay cientos de sociólogos, de expertos en comunicación, de encuestas telefónicas…el minitel..., "derecho a responder", que se ocupan de informar a la gente sobre lo que son. Las masas tienen que hablar. El periodista necesita la "representación", una simbólica. Es la condición para poder describir el movimiento, para poder hablarle. Se trata de una inversión en relación a la consigna del derecho a la expresión que ha formado parte de los momentos fuertes de la batalla contra la sociedad "represiva". Hoy, en las sociedades "permisivas", no basta con tomar la palabra, pues la comunicación está "podrida", la comunicación es inmediatamente una red de poder. Frente al rechazo de l@s estudiantes, el periodista casi siente nostalgia y echa de menos la "geométrica" claridad de la batalla que le oponía a l@s "terroristas" de los años setenta, con quienes compartía de manera invertida, pero especular, la misma concepción y la misma práctica de la comunicación. Siente nostalgia del estereotipo del "revolucionario", al que él había coontribuido ampliamente a degradarse en la desesperación terrorista. Pero l@s estudiantes no quieren dejarse describir, ni quieren hacerse hablar, como si guardaran la memoria del "relato" que estos mismo periodistas hicieron del movimiento de los años setenta. Por el contrario, envían a los media la imagen irónica de una masa anónima, sin asperezas, sin contrastes. Una caricatura del hombre catódico, del telespectador tal y como lo ha creado el audímetro. Y esta imagen de muchedumbre anónima y compacta, o si no su inversión espectacular (el terrorista), son las únicas imágenes que los media y su estructura de percepción pueden recibir. Por contra, un estudiante del movimiento declara: "Nuestro fin inmediato es destruir esos iconos miméticos detrás de los que el mundo de la información está habituado a esconder nuestras reivindicaciones." Se trata de una auténtica batalla en torno a discursos y relatos para la producción de lo "real". La relación con lo simbólico que parece desarrollar este movimiento (incluso en su propia simbólica) es, una vez más, el del "distanciamiento" y el juego, más que el de la identificación. Creo (y es algo que, por ejemplo, le habría gustado a Marx) que es uno de los raros movimientos que no ha buscado su imaginario y sus símbolos en el pasado. Desde este punto de vista, el movimiento se ha instalado en un estado de "ausencia de memoria". Y ello no porque l@s estudiantes carezcan de imaginación y dominio del proceso de comunicación; por el contrario, con el símbolo de la pantera (que se ha convertido en sinónimo de movimiento), han producido una síntesis comunicativa y simbólica que recuerda a la "eficacia" publicitaria. Actitud lúdica, incluso en relación a su propia denominación, de un movimiento inasible cuyas identidades y pertenencias son "móviles y que rechaza encerrarse en una simbólica absoluta". La pantera, entonces, que en las afueras de Roma ha escapado durante varios días a la caza de las fuerzas del orden y de la que no se han podido ver, en las pantallas de la tele, más que algunos saltos rugientes.
 

El panóptico invertido

Esta crítica de lo simbólico no sólo interrumpe la comunicación, el poder de informar (en el sentido de dar forma) y por tanto el poder de intervenir en lo real, sino que instaura también una especie de panóptico invertido. El movimiento sigue siendo invisible a todos los medios más sofisticados de visualización y registro. Por contra, l@s periodistas y los media (y todo el sistema de la representación) están obligados a exponerse continuamente y a ser visibles. Una visibilidad cada vez menos eficaz.
 

L@s estudiantes y los media

Entonces el periodista se ve obligado a pensar a este movimiento como inesencial e ineficaz políticamente: "y mil jóvenes intelectuales reunidos desde hace meses en asambleas permanentes tendrían el deber de inventar nuevos lenguajes, nuevos comportamientos y nuevos canales de participación política..." Pero, al mismo tiempo, se ve obligado a admitir que esta masa anónima y aparentemente inarticulada rivaliza con el sistema mediático en la gestión de la información. En efecto, el movimiento ha alternado el rechazo a comunicar y una utilización muy fina y sutil del espacio mediático. Nunca se ha concebido la utilización de los media para hacer "propaganda" al movimiento, sino siempre para responder golpe por golpe a los ataques conducidos por el sistema político y los media. Una vez en el terreno de los media y de la opinión pública, l@s estudiantes han dominado muy bien la confrontación con l@s periodistas. Han tenido siempre capacidad para repeler los ataques de los media, que no perdía una ocasión para emplear términos de violencia, terrorismo e infiltrados. Si el periodista se sube a sus enormes caballos, es que no alcanza a comprender cómo esta masa "normalizada", sin organización y sin portavoz, pueda funcionar. No alcanza a imaginar una forma política que funcionara sin transferencia de poder, delegación, mediación abstracta, interés general y comunicación jerarquizada o sistémica. Que una gestión democrática de la comunicación pueda ser tan eficaz como la comunicación institucional es justo lo que no se quiere ver. No puede aceptarse que haya "comunicación" contra "comunicación". Por esta razón los media hicieron todo para reducir el movimiento de los años setenta a violencia y no-comunicación. El abreviado terrorista fue la coartada para todo el mundo (organizaciones combatientes incluidas) para no confrontarse con otra "racionalidad" comunicativa que la sociedad italiana expresaba en aquel momento. Pero ahora tiene frente a él un movimiento que utiliza una táctica diferente que le lleva hasta su legitimación última: la represión. Y se enfurece con razón, pues, como dice uno de los estudiantes hablando de la comunicación: "La verdad es que estamos a punto de volver contra el ‘poder’ los mismos instrumentos de los que se sirve para su afirmación."
 

Subjetividad

El rechazo de l@s estudiantes nunca ha sido el deseo nostálgico e imposible de una vuelta a la comunicación directa. Por el contrario, sienten que de cierta manera la tecnología comunicativa es una tecnología adecuada para su antropología, para su forma de percepción, para su subjetividad. Ya que nunca han sido esclavos de esas tecnologías, han captado perfectamente la significación política de su forma actual, modelada por la comunicación institucional, y tratan de rearticularla de acuerdo a una forma política que convenga a su forma de cooperación social. Una vez bloqueada la comunicación con el sistema de la información, han desplazado toda la panoplia mediática para encarar una democracia que pueda garantizar la especificidad de cada individualidad con el "proyecto" colectivo. Una forma de comunicación que no se constituya como mediación abstracta, sino que tenga la movilidad, la plasticidad y la revocabilidad de su democracia. La utilización de los fax de las secretarías (¡el movimiento se llamaba también "movimiento de los fax 90"!) de las facultades, que ha sido el medio de constitución de una red de comunicación continua y en tiempo real entre todas las okupaciones, ha sido sólo el símbolo más mediatizado de la comunicación alternativa. En realidad, el fundamento de la comunicación "alternativa" ha sido la forma política que el movimiento ha instaurado inmediatamente (la forma de la discusión, de las tomas de decisión, de la participación, de la organización). En la base de esta democracia existe una crítica de la forma de representación "burguesa" (pero también socialista) que ell@s expresan mediante el concepto de "homologación" (ya retomado por nuestro periodista). En efecto, lo que rechazan es una triple homologación: la homologación social, la homologación política, la homologación mediática.

La crítica de la homologación social apunta a la doble presuposición que existe entre el grupo social y su líder para la definición de su identidad: el grupo expresa a su líder, que a su vez permite la institución del grupo (por ejemplo, la relación de representación socialista entre los obreros y sus sindicatos o la relación religiosa entre los fieles y los padres). La homologación política es una puesta en discusión de la separación entre social y político. La representación política se basa en un borrado de la diversidad de la singularidad social, tanto mediante el modelo del "ciudadano" y su parlamento como mediante el modelo del "centralismo democrático". La homologación mediática se experimenta como exterior y adversa porque utiliza y combina las dos formas de abstracción (social y política) para la constitución del espectador y sus cualidades. De manera un poco "ingenua", tratan de constituir nuevas formas de representación y participación: democracia directa, participación y tomas de decisión consensuadas. Sobre esta "rearticulación" de la forma política y por tanto de la forma comunicativa, han implantado el proceso de constitución de una subjetividad colectiva, una de cuyas primeras tareas es la reconstrucción de la memoria de la alternativa política y cultural italiana. Memoria de luchas que los media contribuyeron ampliamente, en primer lugar a destruir, más tarde a borrar y a expulsar de la memoria colectiva. En realidad, est@s jóvenes estudiantes son una "memoria antropológica" del "rechazo del trabajo" de los años sesenta y setenta y, apenas han puesto en marcha el proceso de subjetivación colectiva mediante su acto de rechazo, han experimentado también inmediatamente la necesidad de una memoria "cronológica". En unos días han vuelto a abrir la posibilidad de recobrar diez años de retroceso político y cultural de la Italia política y mediática. Desde el punto de vista de la comunicación, este movimiento ha heredado de toda la experiencia de los movimientos que le han precedido: desvío de la comunicación, comunicación alternativa, utilización de la comunicación no sólo como propaganda sino como momento constitutivo de la subjetividad (elementos todos que ya, al final de los años setenta, estaban presentes dentro del movimiento). Al mismo tiempo, el movimiento ha tomado acta de los errores de los movimientos precedentes y de las trampas en las que habían caído. Hablo de la utilización espectacular de los media y de la comunicación como "propaganda", que trajeron consigo ambigüedades llenas de consecuencias.
 

El sistema institucional de la comunicación

Los juicios que l@s estudiantes han hecho sobre los media son juicios muy realistas y no ideológicos: dada la forma de la comunicación del sistema de la información, dada su naturaleza y por tanto la imposibilidad de dominar la circulación y la distribucion de la información que ell@s mismos producen, han preferido mantener a distancia a l@s periodistas. Ya que al sistema se le define de ese modo, no se le ve por ello monolíticamente como un bloque y no se privan de utilizarlo cuando es preciso. Mediante su doble negación del "acontecimiento" (la prohibición del acceso a l@s periodistas) y del movimiento como algo "público", l@s estudiantes han dejado al desnudo la función de la comunicación como constitutiva de lo "real" y han desvelado el dispositivo mediático de esa constitución. En lo que concierne al primer aspecto, el movimiento ha captado el juego de devolución y de presuposiciones recíprocas entre media, poder y público. Los media, en efecto, están en el centro de la constitución de un doble simulacro: dar coherencia y racionalidad (que no tiene) al poder y constituir un público. En la fragmentación de lo real y la diversidad de lógicas que lo animan, la "ficción" mediática otorga así un referente común. Esta doble simulación permite la constitución de un espacio público en el que los media son al mismo tiempo defensores de la opinión pública y consejeros del príncipe. En segundo lugar, la actitud de l@s estudiantes hace surgir lo que la "evidencia" de la comunicación se ocupa de esconder cuidadosamente: la forma de su producción. En efecto, la información no muestra que es el resultado de un institución socioeconómica selectiva y de un aparato técnico codificador (prensa escrita o tele). Si ya no se trata de una estructura que excluye y censura, sus mecanismos de "participación" y de "inclusión" son instrumentos temibles de selección, filtraje y construcción de la información. Cuando l@s estudiantes niegan el acceso directo a l@s periodistas y quieren controlar ell@s mism@s las informaciones que les conciernen, tratan de oponer un instrumento eficaz al poder de intervención de los media en lo real. Más fundamentalmente, la negación de la naturalidad del acontecimiento, la problematización del "hecho bruto", detiene el mecanismo de legitimación del sistema de la comunicación. En efecto, l@s estudiantes quieren "negociar" la objetividad del hecho, pues el relato de una asamblea y su debate que aparece en los media es "tratado" en un laborioso proceso de "producción". El bloqueo del acceso a la fuente de la información capta aún otro elemento del funcionamiento de los media. La simulación mediática sólo es eficaz con la condición de que el periodista esté "al lado" del público y de que conozca sus características, su imaginario, sus cualidades. No basta con hablar de lo real, con nombrarlo. Hace falta también (para informar, para darle forma) que la información encuentre relevos, por ejemplo, dentro del movimiento. Sujetos que vehiculen el mensaje, que lo esparzan como un cáncer dentro del cuerpo.

Si el relato mediático "significa como significa un orden", es preciso que ese orden corresponda a "tendencias" reales en el seno de lo social. Necesita una operación quirúrgica sobre el cuerpo del movimiento, que seleccione ciertas cualidades, eliminando otras, para construir un discurso que sea performativo. Los media contribuyeron poderosamente a la constitución del "terrorista" al final de los años setenta, no porque hubieran impuesto desde fuera aquella categoría, sino porque se apoyaron sabiamente en características "extremistas" seguramente presentes en el movimiento, poniéndolas en evidencia y dándoles coherencia y legitimidad. Esa cultura "extremista" presente en el movimiento fue jugada (por razones completamente "opuestas", por los media y por las organizaciones combatientes) contra las alternativas políticas autónomas que existían en el movimiento. Dicho de otro modo, la difusión de la comunicación mediante la irradiación de un centro (o varios centros) como la de los media, corre el riesgo de resbalar por la superficie de las masas indiferentes y opacas, si no se enlaza con la difusión por contagio. Comunicación típica de la comunicación social hecha de pequeñas redes y de comunicación informal. La carencia de anclaje (de carácter interno) en el movimiento ha hecho babear de rabia al sistema mediático, pues la "infección" del movimiento había tenido pleno éxito sobre los movimientos de los años setenta. Desde este punto de vista, el movimiento se niega como público y sigue siendo "impermeable" a la intervención mediática.
 

Management de la comunicación y libertad de expresión

Parece que las diferentes experiencias del movimiento en el terreno de la comunicación tienden a constituirlo como fuente "independiente" y "autónoma" de información, que produce materiales eficaces (sin tener miedo de utilizar las técnicas más modernas) y en consecuencia como "sujeto" a todos los niveles en la relación con el sistema institucional. Esta separación, esta autonomía (y también la posibilidad técnica de expresarla) es la única esperanza de reinventar y volver a imponer la libertad de expresión y de palabra en la sociedad mediática. Sin duda, se trata de una indicación preciosa para todos los movimientos sociales que quieran constituir y mantener su autonomía política respecto a la sociedad capitalista. Tan "ingenuamente" demócratas como parecen en su definición del método "de consenso", en esa misma medida parecen tener una estrategia de managers en relación a los sistemas de comunicación. L@s estudiantes han demostrado verdaderas cualidades de "empresari@s" de la comunicación.
 

La teoría de la comunicación de los años ochenta y el movimiento

Ultima anotación. Bajo la acción del movimiento se derrumba toda la teoría posmoderna de la comunicación. "El simulacro ha engullido a lo real y ha hecho de él una potencia desprovista de sentido", es la divisa de todos los posmodernos. El mundo se re-duce así a la circulación de imágenes y signos que no remiten más que a sí mismos. Se trata de la traducción audiovisual del fin de la historia. "Ya no puede pasar nada." La sociedad despolitizada vive entonces sentada en su sillón al ritmo un poco lúgubre de la democracia catódica. Entonces, qué pánico al ver, sobre la simulación de lo real, sobre la imagen de una imagen, sobre el vacío del discurso mediático que siempre remite a sí mismo, desengancharse procesos de subjetivación independientes del poder y del saber instituidos.
 

Publicado en francés en Futur Antérieur, núm. 2, verano de 1990

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Notas:

Paralelamente, o quién sabe, al comienzo del movimiento estudiantil de okupaciones, una pantera se escapaba de un circo –o algo así– en las afueras de Roma. La pantera consiguió varios días de libertad hasta ser capturada por la pasma italiana. (N. de la pantera)

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