Discurso sobre la pintura industrial

y sobre un arte aplicable

Giuseppe Pinot-Gallizio

Del Laboratorio Situazionista di Alba

Agosto, 1959

Publicado en el # 3 de Internationale Situationniste.Traducción extraída de Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999.


"En la pequeña explanada que separa los dos edificios del Museo de Arte Moderno, en la parte de abajo de la avenida del presidente Wilson, se puso en marcha el jueves pasado una extraña máquina de pintar, en la antevíspera de la inauguración de la Bienal de París. Montada sobre un trípode con ruedas, desde lejos evoca la silueta de algunos de los móviles de Calder. Desde cerca, está constituida por una serie de poleas entremezcladas que mueve un pequeño motor de dos tiempos. Dos tubos de tinta con movimientos convulsivos cubren de manchas automáticas un largo rollo de papel que se devana. Una cuchilla divide el producto acabado, todo ello en medio de un movimiento circular, caótico y petardeante."
- Jean François Chabrun (L'Express, 8-10-59)

Las micro-moléculas de coloides ya han aparecido en el campo artístico, y aun cuando no han encontrado su poeta, miles de artistas están inquietos por someterlas.

Ha comenzado la gran era de las resinas, y con ella se ha abierto el uso de la materia en movimiento. La micromolécula coloidiana marcará profundamente el concepto de relatividad; y las constantes de la materia sufrirán su caída definitiva; y se desmoronarán en las manos de los poderosos todas las ideologías de la eternidad y la inmortalidad; y la zozobra por eternizar una materia se reducirán a nada para siempre, dejando la alegría inagotable de la novedad perpetua a los artistas del caos.

Lo nuevo, concebido en los azares de una creación infinita, surgido de las energías liberadas del hombre, contribuirá a la derrota de este valor, imagen de la energía congelada del infame sistema bancario en descomposición. La sociedad patentada, comprendida y basada en las ideas simples y los gestos parcelarios de artistas y sabios cautivos como parásitos en el hormiguero está próxima a su fin. El hombre se encamina a la expresión de un sentido colectivo, y hacia el instrumento adaptado a su transmisión: un sistema de "potlach", de presentes que no pueden ser pagados más que con otras experiencias poéticas. Hay que hallar en la máquina el instrumento adecuado para crear un arte industrial inflacionista y basado sobre todo en la anti-patente. La nueva cultura industrial se producirá en el pueblo o no existirá. Ha acabado la época de los mandarines. Nuevas expresiones, dignas de los nuevos instrumentos, destrozarán las plumas inútiles y borrarán hasta el último vestigio de tinta amarga que ha mortificado al mundo.

Únicamente la creación y la destrucción continuas e implacables constituirán indisolublemente la apasionante e inútil búsqueda de objetos de uso momentáneo, minando las bases de la economía, destruyendo los valores e impidiendo su formación. La novedad perpetua abolirá el aburrimiento y la angustia creados por la máquina infernal que reina en lo siempre-igual. Las nuevas posibilidades darán lugar al nuevo mundo de lo siempre-diferente. La cantidad y la calidad se confundirán en su movimiento: civilización de lujo estandarizado, que anulará las tradiciones. Ya no se dirá "sabemos lo que perdemos, pero no lo que vamos a encontrar", sino más bien: "los proverbios de los viejos hacen morir de hambre a los jóvenes". Una nueva fuerza hambrienta de dominio llevará al hombre hacia una epopeya inimaginable. ¡Hasta la costumbre de establecer el tiempo desaparecerá! Partiendo de lo que es ahora para nosotros, el tiempo será sobre todo un valor emocionante, una nueva moneda de cambio. Se le medirá por los cambios repentinos de los momentos de la vida creada, y por los rarísimos momentos de aburrimiento. En esencia, van a formarse hombres sin memoria en un estado de continua violencia, partiendo siempre de cero.

Será la ignorancia-crítica.

La producción artística que las máquinas pondrán al día, sujetas dócilmente a nuestros deseos, será tal que no tendremos tiempo de fijarla en nuestra memoria: las máquinas se acordarán por nosotros. Otras máquinas intervendrán para destruir, produciendo situaciones sin valor. No habrá entre los hombres campeonatos de obras de arte, sino simples cambios de apariencia, de estados artísticos.

El mundo será la escena y el patio de butacas de una representación continua. El planeta se transformará en un Luna-Park sin fronteras, produciendo emociones y pasiones nuevas...

Así, habrá que pintar los caminos del futuro con materia incognoscible, jalonar el gran camino de los cielos con medios de señalización que equivalgan a la grandeza de nuestras empresas. Donde hoy las señales se hacen con cohetes de sodio mañana pondremos otros arco iris, fata morgana, auroras boreales que nosotros mismos habremos construido.

Por todo esto vosotros, señores todavía poderosos de la Tierra, nos daréis tarde o temprano las máquinas para jugar y las pondremos a disposición de la ocupación del tiempo libre con el que os obsequiáis por adelantado con una glotonería insana empleándolo en la banalidad perfeccionada y el descerebramiento progresivo.

Utilizaremos esas máquinas para pintar nuestras carreteras, para fabricar los tejidos más brillantes y únicos con los que se vestirán alegres muchedumbres, para el sentido artístico de un instante. Kilómetros de papel impreso, grabado, coloreado, cantarán himnos a las más extrañas y entusiastas demencias. Casas de cuero pintado, repujado, lacado; de metal o de madera; de resina, de cementos vibrantes, constituirán a lo largo del planeta un desigual e incesante movimiento de choque. Nuestro buen sentido fijará las imágenes con los aparatos de cine y televisión que el genio colectivo ha creado y que vosotros habéis adoptado desventuradamente para encerrarnos en el reino absoluto del aburrimiento.

Con la automatización ya no habrá trabajo en el sentido corriente del término, ni habrá tampoco reposo, sino un tiempo libre para libres energías antieconómicas. Queremos fundar la primera institución de poesía industrial, y crearemos a su lado las instituciones de la destrucción inmediata para destruir al instante los productos emocionales recién creados, a fin de que nuestro espíritu esté protegido de las copias, a fin de encontrarse al momento en el estado de gracia del punto cero.

En este momento el hombre forma parte de las máquinas que ha creado. Ellas lo niegan y dominan. Hay que destruir este despropósito o no habrá creación. Hay que dominar la máquina dedicándola al gesto único, inútil, antieconómico. Esto ayudará a la formación de la nueva sociedad posteconómica e hiperpoética.

Señores poderosos y simétricos, la disimetría, actualmente en la base de la biología moderna, está inundando los campos artístico y científico arruinando vuestro mundo simétrico, calculado a partir de los axiomas de un lejano pasado y unido a la inmovilidad absoluta del aburrimiento cristalizado en vuestra división. Las creaciones artísticas más recientes han destruido ya vuestro espacio, y he aquí que las largas telas kilométricas pueden traducirse en tiempo: veinte minutos de pintura, o una hora, medidas con cronómetro, como las películas, como un cinerama sin marco.

El tiempo, la cadena mágica con la que los hombres de las antiguas culturas agrícolas regulaban sus experiencias poéticas y vitales, se ha parado y os ha obligado a cambiar de velocidad. Los instrumentos fundamentales de vuestro poder, el espacio y el tiempo, serán sonajeros inútiles en vuestras manos de niños venidos en mala hora y paralizados. Vuestras construcciones idealistas del superhombre y el genio son inútiles, y también vuestros escenarios, vuestras inmensas construcciones urbanas...

Señores todavía poderosos del este y del oeste, habéis construido ciudades subterráneas para defenderos de las radiaciones que habéis desencadenado, para esconder vuestros tesoros sangrientos. E inocentes artistas transformarán vuestras alcantarillas en santuarios y catedrales atómicas, trazando los signos de la cultura industrial, nuevos zodiacos, nuevos calendarios transitorios. Las nuevas energías de las masas saliendo de su largo sueño transformarán vuestros lúgubres termiteros de cemento armado en lujosos monumentos transformables, siempre cambiantes. Los artistas serán los "teddy-boys" de la vieja cultura. Todo lo que no habéis destruido, lo destruiremos nosotros para olvidarlo.

Los nuevos escenarios, que van de las telas al hábitat, de los medios de transporte a la forma de beber, los alimentos, la iluminación, las ciudades experimentales; esos escenarios serán únicos, artísticos, imposibles de repetir. No se les llamará ya inmuebles, sino muebles y simplemente de uso, puesto que serán instrumentos momentáneos de placer y de juego. En una palabra, nos volveremos pobres, muy pobres y también muy ricos en el espíritu de un comportamiento nuevo.

Todos nuestros bienes serán colectivos y autodestruidos rápidamente. La calidad poética no actuará sobre los sentidos que conocemos, sino sobre los que aún ignoramos. Ya no habrá arquitectura, ni pintura, ni palabras ni imágenes. He ahí en el futuro nuestras obras sin superficie ni volumen. Estamos cerca de la cuarta dimensión de la poesía pura, de una magia sin dueño pues sólo nosotros podremos realizarla. Estamos al borde de un estado salvaje, en el sentido moderno y con los instrumentos modernos, donde la tierra prometida y el paraíso no podrán ser sino el entorno que se respira, que se come, toca y penetra. Se creará en estos impalpables escenarios un nuevo mundo pasional, un hombre libre al que no le faltará más que tiempo para satisfacer todos sus deseos e inventar otros sin cesar. Todas las ideologías y religiones han explotado las fuerzas del deseo, pero con una satisfacción ilusoria en un más allá. El resultado, aún hoy, es que la ciencia y el arte chocan contra el muro del porqué. Queremos borrar para siempre los porqués. Los nuevos profetas vienen a derribar ese muro. Siguiendo esa guía, el hombre alcanzará mañana el inalterable néctar del que se alimentará, como las abejas de una miel fantástica, sin preocuparse de nada; ni siquiera de su muerte, ya que será un acto de amor hacia las cavernas tenebrosas que se abrirán en el laberinto infinito del universo, una pequeña parte de la totalidad. El nuevo comportamiento será un juego, y cada cual vivirá toda su vida jugando, no interesándole más que las emociones obtenidas jugando con sus deseos, al fin realizables. Los primeros instrumentos rudimentarios de esta revolución son, bajo nuestro punto de vista, esos medios artísticos industriales desvalorizadores, precisamente porque son sobre todo instrumentos de placer. He ahí por qué, proponiendo nuestros mínimos resultados, como la pintura industrial, nos sentimos orgullosamente seguros, a juzgar por la acogida que ha tenido, de estar en el buen camino. La pintura industrial ha sido el primer intento logrado de jugar con las máquinas, y el resultado inmediato ha sido la desvalorización de la obra de arte. Los millares de pintores que hoy día pierden su tiempo repitiendo los mismos detalles conocerán a partir de ahora las posibilidades que ofrecen las máquinas. Ya no existirá ese gran billete de banco llamado cuadro, hecho para que concurra el máximo beneficio, sino miles de kilómetros de pinturas ofrecidos en las calles y en los mercados a precio de coste, que agradarán a millares de hombres estimulando otras experiencias de adaptación del medio. Será el triunfo del gran número, base de la calidad, triunfo que establecerá valores desconocidos y un mundo donde la velocidad de cambio determinará una nueva identidad: el valor se confundirá con el cambio único. Se acabarán todas las especulaciones del presente.

Este juego de la pintura industrial comenzó en 1958 en Turín, Milán y Venecia. Continuó en 1959 en Munich, al tiempo que la Tercera Conferencia de la Internacional situacionista se ponía de acuerdo sobre los once puntos de la "Declaración de Amsterdam", programa oculto aún, pero seguro, para la construcción de un urbanismo unitario. La pintura industrial se expuso a continuación en París (en mayo, en la Galería Drouin), como intento de contribución a la atmósfera emocional de un momento. Nuestro trabajo ha servido para reunir muchos artistas en torno al hecho de que la unidad de la cultura es la única idea capaz de dominar la máquina, de fundar por fin una cultura industrial en el mismo plano que las posibilidades de la época que acaba de comenzar: la gran era atómica.

Somos pobres, pero ¿qué importa? Nuestra pobreza es parte de nuestra fuerza. Vanamente se nos puede aislar con nuestro descubrimiento, excluirnos de las reuniones a las que queremos ir, insultarnos, o enterrarnos en el silencio. El que puede comprender nuestra poesía es el pueblo descorazonado de vuestros ídolos fatigados, fantasmales potencias de todos los automatismos del pensamiento y de la técnica; descorazonado por el conservadurismo arisco de la raza más castrada del mundo: los intelectuales.

Comenzamos así los largos días de la creación atómica. Nos corresponde sólo a nosotros, artistas y científicos de una misma poesía, crear la tierra de otra manera, los océanos, los animales, el Sol y las estrellas; el aire, las aguas y las cosas. Y nos corresponderá soplar sobre la arcilla para dar nacimiento a un nuevo hombre, hecho únicamente para el reposo del séptimo día.

 

archivo situacionista 

Literatura Gris